
"Aproximadamente el 50% de las mujeres y el 30% de los hombres se quejan de padecer picores, descamaciones o tiranteces". ¿Nos lavamos demasiado? Es la pregunta del millón y la respuesta es que sí, pero sobre todo no lo hacemos del todo bien.
"La teoría de la higiene excesiva, y la alteración que provoca en el manto protector, se ha introducido en el debate científico en los últimos años y parece tener relación con los desequilibrios en el microbioma cutáneo —los gérmenes que habitan en nuestra piel de forma natural—, que a su vez están condicionados por el adecuado mantenimiento de la estructura de nuestra epidermis".
Sí, nos hemos obsesionado con la limpieza y la desinfección y los expertos advierten de que la calidad y composición adulterada del agua corriente combinada con productos de higiene demasiado agresivos están detrás del deterioro progresivo del manto hidrolipídico, ese escudo protector de la epidermis formado por una mezcla de sebo y sudor al que no damos tregua.
La cal y los compuestos químicos que se usan en el proceso de potabilización, como el cloro, desequilibran el pH natural del bulbo piloso y la fibra capilar, añade Blanchard: "Perjudican seriamente la salud capilar produciendo —más allá del aspecto de la melena— problemas como hipersensibilidad del cuero cabelludo, caspa, grasa, alopecia, etcétera".
Un aviso importante: uno de los problemas que generan las aguas duras es que los cosméticos de higiene prácticamente no hacen espuma y por eso tendemos a usar más cantidad de producto de la que precisamos (con el agravante de que los que generan más espuma tienen más conservantes). Este exceso se queda depositado sobre la epidermis, el cuero cabelludo y la fibra capilar, dejando la piel áspera y seca, y el cabello deshidratado y sin brillo.
Françoise Blanchard recomienda el uso de champús sin conservantes químicos y con ingredientes de origen vegetal, sin espumantes ni siliconas industriales, que limpien la fibra capilar sin dejar residuos.
Con información de elpais.com
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